A lo largo de mi vida me he cruzado con gente muy positiva, otros que aseguran ser realistas, con agoreros, con gente realmente honesta y con los pies en la tierra, con personas ambiguas, con sujetos tóxicos, también hay quienes se dejan envenenar, he conocido personas con poco/mucho sentido común, seres dependientes, entregados, amargados, egoístas, humanos, individuos raros y otros especímenes. Una tiene ya una edad y ha visto de todo, pero la finalidad de estas palabras no es criticar a nadie, si no más bien quiero hacer una reflexión.

La realidad es que detrás de cada uno de estos perfiles hay personas insatisfechas. Todos pasamos por momentos de poca energía, de bajones emocionales o crisis personales. A veces te sientes totalmente vacío incluso cuando estas muy ocupado, o al reves, estas tan aburrido que te abruma y te agobia hasta limites desmesurados. Todo esto depende de tu energía, de cómo te tomes la vida.

No soy especialista, pero desde mi experiencia personal creo que lo primero es aprender a identificar dónde esta el punto de inflexión y reconocer cuál es el problema que nos aleja de la felicidad. La envidia, la culpa, la incertidumbre, la indecisión o problemas externos pueden hacernos sentir mal por mucho tiempo y sin darnos cuenta. Por otro lado es importante saber qué te hace feliz, encontrar nuestras aspiraciones y trabajar duro para conseguirlo, y, por consiguiente, ganar seguridad y bienestar emocional. Parece muy obvio pero muchas veces nos perdemos por el camino y tardamos años en darnos cuenta y volver a conectar con nuestros deseos.

Para evitar malgastar energía en balde y encontrar el rastro que conduce hacia una vida feliz es importante comprender que la felicidad está en uno mismo. Debemos aprender a escuchar a nuestro cuerpo y saber como mimarlo. Solo vivimos una vida.